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De mis recuerdos… Grazia Deledda

Siguiendo el recorrido de mis recuerdos, en esta ocasión comparto con mis lectores la vida de Grazia Deledda, poeta premiada con el Premio Nóbel de Literatura en el año 1926; parte de infinitos escritores que han marcado mis pasos en la literatura.
Nacida en Nuoro (Sardeña) el 27 de septiembre de 1871, muere en Roma el 16 de agosto de 1936.
De familia humilde, realiza escasos estudios regulares y alimenta su fantasía leyendo los viejos libros que encuentra en su casa.
Pronto siente instintivamente la necesidad de escribir y en 1888, todavía muy joven, puede publicar su primer cuento en un periódico romano.
El cuento llama la atención del mundo de las letras y las lecturas de Grazia dejan de ser improvisadas para hacerse organizadas y creativas.
Las primeras novelas son profundamente románticas; pero poco a poco se van transformando en narraciones delicadamente psicológicas, o sea las que en nuestra juventud se llamaban «novelas rosa». Un ejemplo de ellas es la novela «Almas honestas», publicada en 1895.
Luego, de acuerdo con su seriedad moral, va apareciendo una larga serie de novelas intensas y fatalistas, animada por el binomio culpa-remordimiento, que llega a ser su lait-motif.
Grazia no es soberbia y nunca se ha considerado una gran escritora; pero logra partiendo de un principio modesto, perfeccionar progresivamente su arte. En ello le ayuda muchísimo el haberse casado en 1900 con Palmiro Modesani y dejado el ambiente sardo, para mudarse a Roma, donde vive el resto de su vida.
La Capital, con su vida internacional, ha influido en la producción deleddiana; pero no por matar la forma de ser y sentir de la escritora, sino para enriquecerla en su maduración.
En 1927 alcanza el Premio Nóbel de Literatura y yo creo que es una merecida consagración debida al lento progreso de su fama en el extranjero.
Para los lectores que no conocieran la producción de Grazia Deledda, nos permitimos citar algunas de sus obras, en las que el ambiente sardo es presentado en sus aspectos más característicos, tanto en lo superficial cuanto en lo psicológico y representativo.
1) «El camino del mal» (1826). Novela. El criado Pedro Renu, se enamora de la hija del patrón, María, que le corresponde, pero se casa con un «rico». Pedro, desesperado, se vuelve bandido.
2) «Elía Portulu» (1900). Novela. El protagonista es un pastor sardo, que vuelve a su tierra después de haber sido injustamente encarcelado. Se enamora de Margarita, novia de su primo Pedro, con la cual tiene un hijo, que, con el tiempo, se hará cura.
3) «La Hiedra» (1908). Novela. Es considerada la mejor de la escritora sarda. Annesa, a los tres años, es llevada al pueblo de Barunel por un mendigo. Muerto éste improvisamente, la niña es recogida por la noble familia de los Decherchi, que se halla a dos pasos de la ruina, a pesar de la riqueza del avaro y asmático viejo tío Cosimu Zird, que vive con ellos, pero no los ayuda. Cada personaje se mueve en este ambiente decadente y opaco siguiendo las costumbres de su anterior época de oro, y salvando en lo posible las apariencias sociales. En esta casa han echado sus raíces todos los afectos y la fe de Annesa: no cree más en Dios porque Dios hiere a sus bienhechores y porque Pablo, su patrón, ha suscitado en ella, con su amor ciego y desesperado, extraños pensamientos, que con frecuencia la empujaba hacia un precipicio.
Llegado el momento en que los deudores están por exigir la venta de la casa, Pablo amenaza con suicidarse. Annesa, aprovecha un momento en que está sola con el viejo Zua y lo mata. Pero inútilmente. Pablo ha conseguido un préstamo y promete empezar a trabajar en serio y casarse con Annesa, pero ella ya no puede ser feliz. En las tinieblas de su culpa ha encontrado a Dios. Deja el pueblo; va a servir en la ciudad y sólo cuando Pablo será viejo consentirá casarse con él e ir a vivir con la madre de él, decrépita y maligna como siempre. Comenzará así su verdadera y secreta penitencia.
Otras novelas son: «El secreto del hombre solitario». «La Madre». «Justicia». «Annalena Belsini».
La manera de narrar de la Deledda se puede situar entre la lección de Verga y el decadentismo de D’Annunzio; se basa en fuertes vicisitudes de amor, de dolor y de muerte, en las que predomina una inexorable fatalidad. Hay una intensa comunión entre lugares y figuras, entre estados de ánimos y paisaje, que a menudo es el de su Sardeña natal.
Cuando del mundo trágico de los mayores ella pasa al inocente y fantástico mundo de los niños, Grazia se dulcifica maternalmente como en «El aguinaldo», en el cual ella logra un estilo eficaz, puro y transparente. El escenario es la tierra sarda, poblada de duendes, santos y bandidos.

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