pastorAtesora sus credenciales de pastor evangélico como el último resquicio de aquella vida donde lo tuvo todo, esposa, hijos, un trabajo que abrazaba con vocación y una congregación de fieles que lo seguía con devoción. 
Oscar Batista (64) recorrió gran parte del mundo como misionero de su congregación religiosa, condujo ceremonias multitudinarias y era reconocido por su capacidad oratoria. Hoy, deambula por las calles de Oberá con un colchoncito a cuestas y duerme donde lo encuentra la noche.
“Si me consigue una frazada le voy a agradecer. El frío se vino otra vez y no está fácil”, comentó ayer, en diálogo con El Territorio, en la esquina de avenida Sarmiento y calle Córdoba, en pleno centro de esta ciudad. 
Consultado al respecto, Batista manifestó que tiempo atrás se alojaba en el refugio para indigentes de la Municipalidad, de calle Chile, pero a principios de año dejó de asistir en disconformidad con varias situaciones que no le agradaban.
Al respecto, indicó que en dicho refugio “varios muchachos consumen drogas y alcohol y a mí no me gusta porque se arman problemas. Yo reconozco que soy alcohólico, pero nunca me drogué, y siempre hice mis cosas afuera del hogar. Pero otros no piensan igual y por eso preferí irme”. 
En consecuencia, desde hace ocho meses Batista se halla en situación de calle, cuenta con un par de mudas de ropa y nada más, lejos quedaron sus días de felicidad y bonanza. 
Contó que nació en Leandro N. Alem y de joven se interesó por la religión, lo que siendo adulto le sirvió como medio de vida. “Casi todos los evangélicos de la provincia me conocen porque yo anduve por todos lados. No sólo por Misiones y el país, sino que también recorrí Latinoamérica y España como misionero evangelista. Después, las vueltas de la vida me dieron un golpe fuerte y terminé así, en la calle y con lo puesto”, lamentó. 
Según su versión, cayó en desgracia hace exactamente once años, tras la muerte de su esposa en la ciudad de Posadas, donde residía entonces. 
“Un día volví de una gira y estaban velando a mi señora. Yo me quise morir con ella y me reproché por qué no estuve a su lado en sus últimos momentos. Es algo que me carcomió el espíritu y me largué a la bebida. Por eso también perdí a mis dos hijas”, agregó apesadumbrado.  
A pesar de tantos sinsabores, Batista se aferra a la fe que su momento le abrió tantas puertas y le permitió viajar por el mundo. “El que se equivocó fui yo, no el Señor. Estamos hechos a su semejanza, pero no somos perfectos como él. Lo único que espero es que me perdone y, como puedo, le sigo siendo fiel”, afirmó con los ojos cerrados, como quien eleva una plegaria.

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