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Camino De Misericordia IV

Quien vive la misericordia tiene compasión desde el corazón, es entrañablemente compasivo, y desde lo más profundo de su ser, se ve movido a buscar el modo  o los modos de aliviar, disminuir y de ser posible, eliminar por completo tal sufrimiento y hasta la misma causa que lo provoca. En este Camino de Misericordia recordamos hoy lo que la Palabra de Dios nos dice: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros» (Is 61,1). El profeta asume uno de los signo de la presencia del Mesías, aquel que Jesús asume y proclama en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18), la liberación de los oprimidos por distintos motivos, ya sea los privados de libertad en centros de reclusión  o a aquellos otros que por distintas adicciones enfrentan una verdadera esclavitud existencial. Consideremos ahora, dos obras más de misericordia y las acciones sencillas que podemos intercalar en nuestra vida personal, cotidiana y comunitaria. Socorrer a los Presos. Veamos alguna propuestas para asumir: 1- Colaborar con la Pastoral Carcelaria. 2- Organizar y participar de visita dominical a retenidos en comisarías de la ciudad o pueblos. 3- Asistir con productos de higiene personal a quienes se encuentran alojados en algún  centro de reclusión o rehabilitación. 4- Colaborar con la Pastoral de Adicciones. 5- Informarme sobre la existencia en mi barrio o comunidad de grupos de autoayuda y superación de adicciones: Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos, etc. Conocer horarios y propuestas… 6- Difundir por las redes sociales el llamado a recuperar el verdadero sentido de los centros de reclusión. 7- Si saben de alguna persona que atraviesa (o puede hacerlo) algún tipo de adicción pueden compartir este mensaje del Papa Francisco en la JMJ de Brasil: «Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón».
   Enterrar a los Muertos: Enterrar a los muertos es una de las obras de misericordia corporal que posee estrecha vinculación con otra obra de misericordia pero de las que llamamos espirituales, esta es la de rezar por los difuntos. Dar cristiana sepultura a los difuntos es un evento que manifiesta con lucidez el sentido profundo de la muerte. A partir del gran acontecimiento de la Pascua, la relación entre los hombres y la muerte cambió. Quien cree en Cristo -Aquel que es la resurrección y la vida- no tiene que temer a la muerte porque aunque muera vivirá (Jn 11,25). Enterrar cristianamente  los restos mortales  de los difuntos es manifestar nuestra esperanza, porque el misterio de la Pascua ha transformado la historia. Algunas propuestas para asumir: 1- Acompañar a quienes sepultan a algún familiar, conocido, amigo, vecino, en el cementerio o en el  cinerario. 2- Dar cristiana sepultura a las cenizas de parientes fallecidos y cremados (si aun no fueron sepultados). 3- Colaborar con los familiares, impedidos o limitados en sus posibilidades de velar y sepultar a indigentes fallecidos. 4- Participar del ministerio del consuelo en velatorios públicos o vecinales. «… Entonces me levanté rápidamente, y, sin probar comida, fui a retirar el cadáver de la plaza, […] A la caída del sol, cavé una fosa y enterré el cadáver» (Tb 2,3-4.7). (Conferencia Episcopal Argentina, Oficina del Libro, Misericordiosos como el Padre, 2015).
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