Con el cercado de la vieja parada, Ramonita quedó a la deriva y fue la oportunidad ideal para que acepte mudarse al asilo de ancianos Yerbal Viejo, donde se adaptó muy bien y disfruta de su nueva vida sin los sobresaltos que padeció en la calle.
Con limitaciones intelectuales y sin familia, encontró un hogar y nuevos amigos. Se la nota muy recuperada, contenta y entusiasmada, al punto que está aprendiendo sus primeras letras para poder firmar.
Siempre coqueta, le permiten algunas salidas para visitar a la gente que tanto la quiere, comerciantes y vecinos que la consideran un símbolo de la ciudad.
Seguramente en septiembre será parte del desfile inaugural de la Fiesta Nacional del Inmigrante, con su particular corona de bondad.