La historia argentina es rica en la producción de relevantes figuras en tiempos de libertad, patria y constitución, tanto es así que, de nuestro olfato investigativo, recurriendo al archivo que recibimos de herencia paterna y que hemos venido engrosándolo con aportes propios, extraemos, cuando queremos darle lustre a nuestra columna editorial, perlitas que nos permiten superar la notas histórica de un libro de texto, gozosos entonces estamos de ofrecer el trabajo a nuestros asiduos lectores.
Hoy nos ocuparemos de una figura que algunos historiadores, especialmente del ayer, colocaron en segunda línea y que tiene perfiles más que extraordinarios como para engrosar la lista de primera línea, nos estamos refiriendo a Martín Güemes y, como el espacio que disponemos para hacerlo es breve, en función de historia, conformaremos tres o cuatro ideas como para cubrir con solvencia los aspectos de su perfil de vida que es lo que deseamos mostrar.
El gaucho campesino
Un eminente salteño, Bernardo Frías, dijo que cierta parte de la gente llegó a formarse de Güemes la idea del gaucho campesino, ignorante de la cultura social de las ciudades, a la manera de Quiroga o de Chacho. El gaucho campesino existió solamente en la imaginación de quienes así lo dibujaron. Atilio Cornejo sostiene que la educación infantil de Martín Güemes, estuvo a cargo de la escuela pública, establecida en el Colegio de los expatriados jesuitas. Fue educado en Buenos Aires y posiblemente en el Colegio San Carlos, único existente en ese tiempo.
Esas opiniones, fruto de la tradición oral, fueron confirmadas por el testamento dejado por su señora madre: “Declaro en igual conformidad tengo cedidos y entregados a mi hijo don Martín, por cuenta de su haber materno, los bienes siguientes: cuatro esclavos nombrados Francisco, Lucas, Isabel y Valentín, cuyo valor por sus buenas aptitudes y servicios los computo en mil trescientos pesos, una tintorera de plata maciza, cuyo costo fue de cuatrocientos pesos. Se agregará a estas partidas el valor de los gastos que el citado mi hijo don Martín causó en la capital de Buenos Aires para su educación y decente subsistencia en el término de dos años, cuyo costo ascendió a TRES MIL PESOS que deberán cargarse en cuenta de su haber materno”
El costo de la educación recibida por Güemes durante dos años en la capital y que tuvo una carácter complementario de la primaria recibida en Salta, nos induce a sostener que fue la más cotizada y eficaz que brindaba Buenos Aires. Tendríamos que agregar que la suma de tres mil pesos, dado el valor adquisitivo de la moneda, resulta una seria inversión para su tiempo. La estancia llamada El Palmar que pertenecía a la madre, tenía considerable extensión, lindaba con Jujuy y fue evaluada por la causante en 500 pesos, una cabeza de ganado vacuno era justipreciada en cuatro pesos, el sueldo mensual que por sus importantes servicios percibía el ministro tesorero de las Reales Casas de la Aduana de Jujuy, padre del general, era de 165 pesos, lo que de muestra el celo con que los padres de Martín Miguel proveyeron a la educación de sus hijos, de todo esto se desprende la nobleza de cuna, la holgura financiera de su casa y del boato con que se vieron impelidos por lo rancio de su linaje y por la jerarquía de las funciones del padre del general. El retrato de gaucho campesino que dibujó la pasión política, el rencor, el egoísmo y la ignorancia no corresponde a Martín Güemes. El auténtico es aquel que pintaron sus contemporáneos y reproducen sus eminentes biógrafos en el que aparece nuestro héroe con traje de paisano y mirada de gran señor. Solo este retrato es concordante con el apoyo y la amistad que le brindaron al caudillo los eminentes hombres de su tiempo.
Vale citar que lograda la victoria en Puesto del Marqués que Güemes obtuviera para las armas de la patria bajó este a Salta desligado del ejército comandado por Rondeau. Salta, por la libre decisión de su cabildo abierto, lo proclamó gobernador. Acercándose la fecha de la reunión del Congreso de Tucumán tan destacado por Güemes como medio de declarar la independencia y consolidar la unión nacional, Juan Martín de Pueyrredón, elegido Director de las Provincias, viajó a Salta y Jujuy y conferenció con Güemes y escuchó las quejas del cabildo jujeño. Regresó a Buenos Aires llevando un hondo y sincero aprecio por la persona de nuestro héroe.
Güemes y la Guerra Gaucha
En las partes más angostas de los caminos, cerca de los ríos de lecho pantanoso, sobre las riberas cuyas altas barrancas dejaron borrados o difíciles los vados, las crecientes, y en los mismos campos abiertos que servían al bosque, se elegía comúnmente los sitios para el combate. Tenía este por prólogo la emboscada, cuyo ataque repentino llevaba la sorpresa y el desorden y, como muy pocos de los gauchos tuvieran por arma el fusil, pasada la primera descarga, emprendían el ataque al arma blanca, cuyo ímpetu detenían solamente las bayonetas de los cuadros de la infantería española, siendo parte de la táctica de esta guerra, atacar por más de un rumbo al enemigo. Trabada la pelea, mostraba el gaucho el semblante fiero, que es propio de la lucha personal. Las voces individuales con que acompañaban sus golpes, las lanzas, y, más comúnmente, los puñales, cuyas hojas, enormes, brillando a la luz del sol, daban siniestro aspecto a la escena, eran circunstancias que caracterizaban sus combates. Era cosa difícil poder herir a esos hombres maravillosamente hábiles para el puñal, si se trataba de hacerlo al arma blanca. Acostumbraban en estos casos con el poncho envolverse el brazo izquierdo, que venía de este modo a servirles de manera de escudo; manejándo con la derecha la daga terrible. Siempre iban a caballo. Su otra arma famosa era el lazo, el cual regularmente, media cosa de seis u ocho metros. Sujeto uno de los extremos a los ajustes de la montura, formaba con el extremo opuesto la armada con nudo corredizo, lanzado a todo aliento el caballo, al pasar a corta distancia del enemigo, el gaucho batía el lazo, haciéndolo girar con toda fuerza sobre su cabeza para darle impulso, y se lo arrojaban encima sin detener la carrera. Caía el lazo con fuerza y con acierto tal, que rara vez dejaba de apresar su objeto, ajustándose en el propio instante que lo tenía encima; pues hecho todo con la pasmosa celeridad del relámpago, a la carrera del caballo, terminando la extensión del lazo, se le ceñía en el cuerpo de la víctima; y echándola por tierra, la arrancaban del sitio, arrastrándolo cuadras y cuadras.
Esa era operación de todos los días, y la llevaban a cabo en donde quiera: en la marcha de la columna, tirándole el lazo desde el monte en el mismo enemigo, donde rondando cautelosamente aprovechaban cualquier descuido favorable, y aun más en la misma ciudad para arrastrar los centinelas o cualquier otro individuo que se alejara de las filas.
Foja de Servicios Militares: Martín Miguel de Güemes, cadete, Regimiento Fijo de Buenos Aires, ingresó el 13 de febrero de 1779. Alférez Regimiento Granaderos de Liniers. 1806. Teniente de Milicias. 6 de julio de 1807. Teniente comandante. En comisión para interceptar correspondencia y armas que vengan de Lima. 20 de agosto de 1810. Teniente Coronel. De ejército. 13 de diciembre de 1814. Coronel Mayor.17 de mayo de 1817. General jefe de operaciones sobre el Alto Perú. 1820.
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