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Luthier por amor a la música

lutierAlejandro Tolj vive en Oberá hace años. En su taller atiende las necesidades de músicos que llegan de todo el NEA.

Alejandro Tolj (50) es hoy uno de los luthiers más solicitados por los artistas locales. Llegan a su domicilio, en la Capital del Monte, desde distintos puntos de la tierra colorada. Y tal como se le requiere a un médico, quienes concurren a su taller solicitan una solución inmediata a sus problemas. En tanto, otros van en busca de algún instrumento que tenga el sello de su modesto taller.
Tolj nació en Chaco y la primera guitarra la recibió cuando cursaba sexto grado de la escuela primaria. Al tiempo, el instrumento se le cayó y se raspó, y fue ahí dónde empezó a buscar cómo solucionar ese inconveniente, probó con varios materiales hasta que dejó la pieza otra vez como nueva.
El tiempo pasó y el padre de Alejandro tuvo que ir a trabajar a Rosario. Ciudad nueva, colegio nuevo y amigos nuevos, con estilos musicales muy diferentes al que escuchaba en su tierra natal. En ese entonces descubrió un mundo diferente, de diversas vertientes musicales y cayó rendido a los placeres de un bajo.
Estudiando en la escuela técnica e impulsado por sus amigos que ya hacían música y buscaban trabajo para cubrir sus propios gastos, casi por circunstancias azarosas, pasó por una empresa que fabricaba instrumentos musicales. Allí vio un cartel con la leyenda “necesitamos muchacho”. Directamente entró y empezó a trabajar allí como cadete.

Aprender el oficio
Interesado en las artes de los luthier, barría las astillas de las maderas que pronto se transformaban en guitarras.
Allí aprendió el oficio de diseñar con estas piezas; el empeño y dedicación que le ponía a cada uno de sus trabajos eran tales que al poco tiempo estaba trabajando a la par de los artesanos mas destacados de la Chicago argentina.
Pero no todo fue tal como él esperaba: con el correr del tiempo, llegó el momento de tener que ingresar a la universidad y vio desmoronarse su sueño de dedicarse de por vida al mundo de laudero.
Habían pasado 21 años de ese día en que dejó todo atrás hasta que en 2001, afincado ya en Oberá y ataviado por la crisis que atravesaba el país, decidió desempolvar un viejo bajo para -como él mismo señala- sacarse la mala onda que reinaba en todos lados. Fue ese el momento en que volvió a un viejo amor del que ya no se separó nunca mas.
“En ese instante mi hijo pequeño me preguntó qué era lo que emitía aquel sonido, le expliqué que era un bajo y al tiempo me pidió que le enseñe a tocar, después se arregló solo y hoy es mucho mejor que yo ejecutando el instrumento”, señaló Tolj, que dado el entusiasmo que tomó su hijo para con el bajo, le acondicionó unos a sus compañeros de escuela para que puedan ensayar y formar una banda. “Los guié y me encargué de dejar como nuevas algunas piezas que necesitaban arreglos, sonaron una maravilla”, resaltó.

Más de 1.700 guitarras
Luego de esa experiencia, corrió el rumor de que en Oberá había un luthier. Es así como los trabajos empezaron a aparecer. Uno tras otro iban en aumento.
Hoy hace siete años que se dedica exclusivamente al arte de reparar instrumentos de cuerda, tras 21 años de no hacerlo. Acuden a su ayuda músicos de distintas partes de Misiones, Corrientes y Chaco.
A lo largo de estos años, restauró más de 1.700 guitarras en su taller de la Ciudad de los Inmigrantes, lo que lo llevó a toparse de cara otra vez con un amor que descubrió en la niñez.

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