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Una revolución sin sangre

«La educación solo puede darse de persona a persona, uno no puede aprender a vivir de una computadora. Para la educación siempre es necesaria una persona suficientemente humilde como para compartir sus conocimientos con otro» (Fernando Savater, filósofo español )
«Defendiéndose como un maestro, Savater desestimó la utilidad de las nuevas tecnologías en la enseñanza»
Recordamos que a nuestros alumnos solíamos decirles, muy gráficamente, que acudir a la memoria recitando sus lecciones era lo mismo que andar en zancos, falla la memoria y se derrumba la exposición, se rompen los zancos y el destino es el suelo.
Dejando a un lado polemizar por la calidad de la comparación, algo que en este momento no viene al caso, sí, nos pusimos a pensar que en aquel nuestro mundo de ayer, sin los grandes avances de la tecnología que lidera hoy la vida cotidiana, nos veíamos obligados de achacar a la memoria el querer desterrar el análisis en profundidad del conocimiento y así razonando llegamos a la conclusión de que hoy ya la memoria puede no tener cabida y en este silogismo que estamos creando ¡qué decir de la posibilidad del análisis!
Hoy provocaría hilaridad el desvelo que sufríamos, cuando chicos, por aprender de memoria las tablas de multiplicar, aquel inquisidor ¡nueve por ocho! o aquel no menos exigente ¡siete por nueve!, pero ya ejercitar la memoria en temas como este, que se remedian oprimiendo una teclita aparecen como baladíes, apelando a que «la matemática más elevada que se le enseña al alumno de hoy exige una calculadora científica».
¿Qué libro me recomienda, profesor?, la pregunta hoy parece salida de un sarcófago, así como la entonces inmediata reacción del alumno: voy a buscarlo en la biblioteca.
Ahora, ante la exigencia perentoria de la lección, nos acomodamos frente a una computadora y generosamente ésta, vía Internet, nos provee de un completísimo material que, rápidamente, como para no seguir «perdiendo el tiempo» y tenerlo sí para atender nuestro entorno social, nos disponemos a volcarlo a la impresora y así, tal como está, incorporarlo a la carpeta y ¡a otra cosa!
Cierto que si se pusiera interés y se deseara «aprender a aprehender», ante el cúmulo de informaciones a disposición los resultados podrían ser óptimos, siempre y cuando se utilicen como complemento de lo enseñado en el aula, de todos modos quisiéramos creer que el profesor que recibe el trabajo sabrá exigir a su alumno que explique, con palabras propias, el contenido del tema que está desarrollando. Pero imaginamos el drama que esto puede provocar, porque el recibir el conocimiento por vía electrónica, como bien dijo Savater, estamos perdiendo la posibilidad para una «revolución sin sangre» ya que esa posibilidad educacional para el maestro, y que compartimos plenamente, «solo cabe de persona a persona».
Por otra parte, los exámenes de ingreso a nivel universitario se encargan de mostrarnos la realidad cuando deja fuera de camino a muchos postulantes a ingresar que no tienen nociones elementales, producto de haberse trocado los papeles debido a que el entorno educativo en que se ha formado ante la respuesta fácil y «a mano», se está despersonalizando la función.
Hemos tomado como ejemplo al estudiante, sin embargo, ese extraordinario recurso técnico que consiste en tener alojados en la computadora los intelectos que están a nuestro servicio las 24 horas del día, alcanza a todos los estratos sociales y su fárrago de actividades abarcando todo el padrón de trabajadores de la intelectualidad que es práctico e ilógicamente lógico que recurra a resolver sus problemas, poniendo una computadora frente a sí y acudiendo a la página que responda a su preocupación.
Creemos en la necesidad de la educación personalizada, hemos podido comprobar que todo conocimiento que se adquiere, logrará incorporarse definitivamente a nuestro bagaje cultural si ha sido proporcionado con idoneidad y con convicción y eso solo se obtiene de persona a persona.
El deseo de Savater de poder realizar una revolución sin sangre mediante la educación, solo podrá ser posible si en lugar de formar gente a nivel computadora, se vuelven a trocar los papeles y el proceso formativo compromete más a educadores y exige más a estudiantes, sobre todo en los niveles superiores, que por algo Savater expresó: «Yo, como catedrático, trabajo con gente de más de 18 años y cuando llegan a mi ya han recibido la educación más importante, la esencial» dijo, destacando la relevancia de los maestros primarios.
Y a esa entrega que significa la educación de persona a persona, así la graficó Savater: «la tarea de entregar el mundo a otro es parte de la relación más moral que se pueda entablar con los demás. Es, simplemente hacerlo más excelente».
Y nos dejó picando la curiosidad: «Si ustedes en este momento se preguntan qué hora es, probablemente sea porque están pensando en que no se les haga tarde para la cena. Esa pregunta desaparece en cuanto se obtiene una respuesta. Las preguntas que nos formulamos internos en nuestro campo cognoscitivo producen un efecto catarata que profundiza nuestra pesquisa.
Lo de Savater es un verdadero y significativo aporte en esa batalla que a nivel país, debemos librar diariamente para que sea posible que la educación -que tiene más fuerza que las armas letales- sea proporcionada conscientemente, echando mano a todos los recursos que nos proporciona la tecnología, pero siempre, como lo expresamos más arriba, como auxiliar, recordando que «uno no puede aprender a vivir de una computadora»
La Argentina ha sido un país que proporcionó al mundo destacados intelectos. Que la facilidad que proporciona la electrónica no haga que la gente «abandone a los buenos maestros» para que nuestro país no entre intelectualmente en un cono de sombras desde el punto de vista educacional.

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