Prontos a celebrar el 201 aniversario de la declaración de la Independencia nos pusimos a hurgar en nuestro archivo y recorrer un ejemplar editado por la Academia Nacional de la Historia titulado “Periódicos de la época de la Revolución de Mayo “El Censor” 1812.
Esas páginas escritas por su polémico, ideólogo y redactor político, Vicente Pazos Kanki, nos permite advertir el dificultoso camino que debió recorrer la Revolución de Mayo de 1810 hacia el 9 de Julio de 1816 para sortear pasiones y enfrentamientos humanos y, por sobre todo ubicar en su debido lugar el nombre de Fernando VII ¿ficción- no ficción? que sin duda, hizo posible el surgimiento del primer gobierno patrio y, quizás la mayor tarea, lograr la aprobación y seguimiento de ese brote revolucionario porteño a toda la geografía del que fuera el virreinato del Río de la Plata.
Otro aspecto interesante que de allí se rescata es el papel primordial que jugó el periodismo a través de sus hojas para lograr aquello que fue latiguillo en las horas decisivas de la Revolución “El pueblo quiere saber de qué se trata”
El año 1810 fue el año de Cornelio de Saavedra que consolida su liderazgo con la renuncia de Mariano Moreno, su contrario, el 18 de diciembre, mientras que 1811 fue año de la caída y ocaso de Saavedra lograda por sus enemigos morenistas con la creación del Triunvirato.
Como secretario de ese gobierno y encargado de las relaciones exteriores, comienza a tallar la inquietante figura de Bernardino Rivadavia, pero, junto a ellos, productos de la Revolución del 25 de Mayo de 1810 y a los militares surge otra fuerza que irá adquiriendo con el correr de los días gran trascendencia, en especial a través de los redactores de La Gaceta, Bernardo de Monteagudo y Vicente Pazos Kanki, o Pazos Silva, “indio aymará y sacerdote renegado que se casó en Londres con una inglesa, peregrinó por Estados Unidos, Portugal y España y fue a Buenos Aires, en 1812, periodista audaz y talentoso, siempre errático y cargado de amigos y enemigos…”
Desde el amanecer revolucionario, a la fuerza de los militares, sucedía la fuerza de los periodistas.
“Era el resultado lógico de la libertad civil. El público era el gran juez. Las revoluciones no se justificaban si no tenían el asentimiento del pueblo. Y para convencer al pueblo había que escribir. Monteagudo escribía y Pazos Kanki le replicaba. En 1811, la polémica fue sostenida en las páginas de La Gaceta; Monteagudo los viernes, Pazos, los martes. Después de escribir 46 artículos en La Gaceta. Pazos logró que el gobierne lo autorice a publicar El Censor…
Las citas pertenecen al historiador Enrique de Gandía, quien nos ilustra sobre un Pazos Kanki creador de ideas acertadísimas sobre los ideales de la gran lucha americana y a quien reconoce un talento indiscutible con su pluma. Su periodismo –independiente- trasuntaba un resentimiento que lo llevaba a padecer un sentimiento de incomprensión hacia su persona.
Pronto se fueron haciendo notar los efectos de su pluma. Un artículo titulado Variedades de Pazos Kanki escrito en La Gaceta, fue quemado públicamente por una decena de individuos instalados en un café, en él y con relación a la libertad, escribía:
“Es cosa triste que en el espacio de 19 meses que se esfuerzan estos pueblos en el deseo de establecer su libertad civil, sustrayéndose al despotismo metropolitano, no han dado un solo paso capaz de conducirle a su fin; por el contrario todas las medidas que se han tomado, parecen más bien calculadas a hacer la ruina de estos pueblos. La ignorancia condujo a los primeros que creyeron levantar el estandarte de la libertad americana a los errores más funestos, estos mismos hombres constituidos en poder cedieron naturalmente al deseo de la superioridad, que en la inexperiencia de los hombres que los habían elevado encontraban un salvoconducto. Es preciso convenir que esto está en el corazón del hombre; todos aman dominar, y a aquellos que la sociedad les franquea el primer rango, deben gustar más vivamente los placeres de la autoridad y esforzarse a extender sus límites”
Y continuaba:
“Así pues la mala fe añadida a la ignorancia produjo un monstruo que nos iba a precipitar a la muerte política; nuestros gobernantes comenzaron a persuadirse que el único medio de conservar su autoridad era el terror: inmediatamente hicieron renacer los Marats y los Robespierres. El abuso del poder es como el exceso de todas las otras pasiones y un gobierno que conoce la legalidad de su representación ya no repara en la elección de medios para consolidar su autoridad… Un terrorismo imprudente y prematuro suscitó el choque sangriento de las opiniones, abrió las puertas a la perversidad y a la venganza, dio movimiento general a todas las pasiones, y los hombres que se proponían el logro de algunas ventajas no trepidaron en sacrificar a los demás. Las denuncias se multiplicaban con las víctimas y el perverso aseguraba la impunidad de sus crímenes en la misma informalidad de los procesos…”
Los términos así de virulentos de este artículo, siguieron en otros que Kanki fue publicando y, si bien la posteridad apuntó que: “Rara vez se ha escrito en la historia argentina confesión más sincera, humilde y exacta” esa virulencia produjo la indignación de quienes se sintieron tocados por su punzante pluma: ¿Este hombre podía expresarse en unos términos tan insultantes a los pueblos y al gobierno sin tener una seguridad a toda prueba? y así se movieron los influyentes para hacer callar a El Censor.
“Enterado este superior gobierno de la solicitud que hace vmd. para que se le designe el lugar donde deba reunirse la Junta Protectora de la libertad de la imprenta, ha resuelto por acuerdo del día de ayer que la expresada reunión se haga en al casa de vmd… Allanada ya esta dificultad no hay un motivo que entorpezca el exercicio y funciones de la expresada Junta: es de esperar por lo mismo dé vmd. principio a ellas con el esclarecimiento de las expresiones que se leen en el censor del 3 y que como vmd. dice en su oficio del 5 del presente, han sido reclamadas por el agente de cámara como ofensivas al honor de este gobierno…”
El 24 de marzo de 1812, el secretario del Triunvirato, Nicolás de Herrera, comunicó a don Víctor Pazos y a don Bernardo de Monteagudo que “el gobierno, convencido que una de su primeras obligaciones era evitar el extravío de la opinión y sofocar el espíritu de partido que, por una mal entendida rivalidad, fomentaban sus periódicos, suprimir las gratificaciones asignadas a sus redactores y daba a luz la Gazeta Ministerial del Gobierno de Buenos Ayres..”
En su último artículo del 24 de marzo de 1812 que tituló “Variedades políticas” y a manera de despedida de El Censor, este guerrero de la pluma entre otros conceptos dice:
“…Concluyo pues clamando por el remedio de todos nuestros males á los que compongan la asamblea (refiriéndose a la Asamblea de 1813), á los padres de la patria que son destinados para salvarla. L a impunidad es un signo positivo de la disolución del estado: la falta de energía no nos conducirá seguramente al triunfo, al aniquilamiento de los tiranos y al apetecido estado de libertad é independencia que se ha propuesto el pueblo en lucha tan terrible. Dexemonos de frívolas declaraciones, y acudamos a las fuentes del mal para atajar su curso. Denúnciense los vicios, é indíquense los viciosos, corra libremente la pluma por el vasto campo de los sólidos principios liberales para establecer el imperio de la justicia y de las leyes, y arruinar el de la arbitrariedad que aún osa exercer su poderío.
“…Yo convoco otra vez á todos los buenos para que ayuden á la grande obra que se emprende. El amor á la justa causa debe hacerles arrostrar cualquier género de inconvenientes: por lo que á mí respecta, puede ser que mi suerte sea la de abandonar el país, ó vivir desgraciadamente, y quizás también la última vez que escriba; pero de todos modos nunca desmentiré mis principios. Ni prostituiré mi pluma cualesquiera que sea la intención de mis enemigos.”

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Categorías: Columnas de Opinión
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