En tiempos en que hablamos y vivimos alucinados por los cambios, nos propusimos deshojar la margarita en busca de razones fundadoras para tal actitud socio-política que levanta tanta polvareda en tiempos de tomar comportamiento por parte de los hombres del XXI y es así que la búsqueda no incluye futuro por no creernos videntes, aunque a veces confesamos que ensillamos el potro e ingresamos en futurología, nos llevó a pensar en los incontables momentos en el largo devenir de la humanidad en que el hombre se encontró de buenas a primeras con la necesidad de cambios a partir del descubrimiento humano, oh! aquellos precursores que tras la tenaz observación de uno o varios hombres permitieron que sus congéneres mediante una rueda puedan subirse al carro! “Hace unos 5000 años el hombre fabricó la primera rueda. Sin duda este invento es el más importante para todos los tiempos. Hasta entonces los hombres de la prehistoria transportaban sus mercancías (animales cazados, herramientas y armas) a la espalda, atados de manera que tuvieran las manos libres. Cuando la carga era demasiado pesada la ataban a un palo colocado por sus extremos sobre los hombros de las personas. Otras veces la colocaban sobre la tierra y tiraban de ella si el suelo era liso, recubierto de hierba, de nieve o de hojas. Un día, unos hombres ingeniosos fijaron bajo la carga trozos curvos de madera, a fin de que se deslizara más fácilmente. Fue el primer trineo. El primer animal domesticado para transportar cargas fue el asno, luego apareció el buey que sustituyó al asno en las tareas agrícolas así como para arrastrar cargas más pesadas, estos animales fueron atados a los carros para tirar de ellos (animales de tiro), el hombre fue acostumbrándose a ir montado sobre el asno. Sin embargo estos medios de transporte seguían siendo muy lentos. El invento de la rueda permitió construir carros y carretas más veloces. Las primeras ruedas eran macizas, en el centro tenían un agujero por donde pasaba el eje. Primeramente no eran más que una tabla fijada sobre dicho eje, entre las ruedas. Pronto aparecieron los carros de cuatro ruedas. Para que las ruedas no pesaran tanto, se les hacían agujeros cada vez mayores y en el siglo XV se llegó a construir la rueda de radios, casi igual a la que conocemos hoy. Finalmente los carros tirados por caballos iban a cambiar la vida del hombre, permitiéndole transportar grandes cargas a largas distancias, y en consecuencia, contribuyendo a la multiplicación de los intercambios a medida que se desarrollaban las carreteras y se construían puentes para atravesar ríos y barrancos.
O aquellos otros que al inventar la máquina –aunque dejando afuera del circuito a tantos artesanos- multiplicó por mil la productividad “Hacia 1800, Joseph Jacquard era un tejedor de seda de Lyon. Había hecho el aprendizaje con su padre, propietario de una fábrica artesanal. A Jacquard no le gustaba aquel trabajo paciente y buscó una fórmula para simplificarlo y acelerarlo. Además, esto lo interesaba por que él llegaría un día, a ser dueño de la fábrica de su padre. Cuando terminaba su jornada de trabajo subía a una buhardilla de su casa, donde hacia experimentos con una máquina de tejer que había inventado. Pasaba junto a la máquina todas sus horas libres, incluidos los domingos y muchas veces invertía en ella su dinero: había que comprar piezas para perfeccionarla. Cuando tuvo la máquina a punto, invitó a algunos de los obreros de la fábrica de su padre a ver por sí mismos la maravilla que había inventado. Hizo que la máquina tejiera y les explicó que ahorraría tiempo y mano de obra. Aquella máquina con un solo hombre trabajaba mas a prisa que cuatro de las antiguas, que necesitaba un hombre cada una. Los obreros explicaron a Jacquard que muchos de ellos quedarían sin trabajo si no se ampliaban las fábricas. Napoleón, enterado del invento, hizo que Jacquard y su máquina fueran a París. Protegió al inventor e impulsó la construcción de muchas más máquinas las cuales, en parte, originaron la “revolución industrial”. Jacquard fue el encargado de verificar las máquinas del Conservatorio de artes y oficios de Francia y recibió una condecoración muy preciada: La Legión de honor.
Y ya en un afán de buscar argumentos, utilizaremos esta vez otro rutilante nombre propio: Gutenberg quien con su descubrimiento es el punto de partida de una revolución en la letra escrita que, hasta ese entonces y al mejor estilo artesanal, llegaba hasta los límites de la ciudad o de la pequeña región o bien se montaba a una nave y recorría otros puertos que mucho sabían de hacer tal menester, los fenicios. Johannes Gensfleisch, conocido como Gutenberg, nació en Maguncia Alemania, allá por 1400, y la labor que lo inmortalizó fue haber perfeccionado las técnicas de impresión que facilitaron la comunicación de ideas entre los hombres alrededor de 1450.
En Estrasburgo perfeccionó los caracteres móviles empleando hierro en lugar de madera, como lo hacía hasta entonces el holandés Jan Coster.
Modificó la máquina impresora e inventó una tinta grasa, ligera y muy negra. En Maguncia, el impresor fundió los caracteres con una mezcla de plomo y antimonio más flexible y menos frágil que el hierro.
Su obra por sobre sus obras fue la impresión de una Biblia de 1282 páginas “la gran Biblia Sacra Latina” que fue la más famosa de sus obras impresas de la cual se conservan solo 10 ejemplares conocidos.
Así la invención de Gutenberg permitió poner al alcance de todos el poder leer lo que hasta entonces no había sido posible. Los centenares de miles de libros impresos desde entonces dice de la importancia del descubrimiento de la imprenta.
Y si bien esa invención de Gutenberg nos está permitiendo irnos por las ramas, llega el momento de cerrar el grifo que, abierto, y mostrando invenciones de gran importancia para la humanidad que fueron pivote para cambios de todo orden en las sociedades de su tiempo y abrieron brechas de progreso.
Todo ello ¿qué tiene que ver con nosotros y nuestros cambios? ¡Vaya!: ¡Casi nada! qué el siglo XX nos trajo la electrónica que evolucionando día a día va revolucionado, no un pequeño mundo, sino al gran mundo en que vivimos y si bien de la que no historiaremos, una porque todos, de una u otra manera, estamos inmersos en ella y otra que nos parece que sería difícil que “deje” su celular para leernos.

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Categorías: Columnas de Opinión
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