¿Qué somos sino huéspedes pasajeros llegados
de quien sabe dónde?
No digas “MI casa está aquí”, “Mi casa está allá”·.
Uno se adapta a lo que tiene y a lo que no tiene.
El ciruelo florece aquí, allá y en todas partes.
(Del ensayo “Relatividad”, de Chuangtsé)
Sí, debe ser la euforia del fin de semana apuntando primavera en que fuimos a ver los rosales como habían soportado el frio, las heladas y los vientos invernales últimos y encontrarlos que la respuesta eran ramilletes de hojas verdes apuntando para crecer y tras de ello un día primaveral, acaso un poquito pasado en temperatura para serlo, pero muy agradable como para que vayamos pensando en que lo más duro del invierno ya está pasando y en esa transición imaginaria –sin explicación por cierto como no la tienen algunas cosas en la vida- recordamos a Lin Yutang que tanto nos apasionó con sus novelas allá por los años 50/60.
Escalamos nuestra biblioteca y allá junto a Jean Paul Sartre, Salvador de Madariaga (El corazón de Piedra Verde), Simone de Beauvoir, Erico Verísimo, D.H.Lawrence y otros, dormían los tomos del autor de “Un momento en Pekín” y fue entonces cuando, encaramado como estábamos en la escalerita, nos preguntamos ¿y…porqué? ¿Por qué, qué? fue lo que respondimos.
Y mientras lo hojeábamos buscando el motivo del aparente sin motivo, comenzamos la búsqueda y encontramos la pieza que armaba el rompecabezas. Era la poesía reflexión con la que comenzamos estas líneas y que tiene la profundidad y esa mansedumbre que nos da esa prosa o poesía oriental que, en pocas palabras, pero las necesarias para prestarnos utilidad, nos está indicando camino lógico, natural, humano, sin concesiones.
Justicia y virtud democrática
Nosotros en algún momento nos consideramos periodistas editorialistas y para elaborar en nuestro caso la nota semanal tocamos temas que consideramos de utilidad para nuestros lectores aunque para ello debimos aprovechar como producto de nuestra búsqueda investigativa desde las opiniones más autorizadas, las respuestas que nos diera la experiencia cultural de vida y, tal vez lo más determinante, el humor colectivo sobre el tema, hoy, no sin un dejo de nostalgia advertimos que el mundo va girando y en su giro procediendo con la celeridad que le impone la informática – valiosa herramienta que alcanza a todos en todas partes y en ese torbellino diario va quedando menos tiempos (siempre refiriéndonos al periodismo) para ocuparnos de periodismo de investigación, o, al menos, que cumpla con su rol anterior, dando paso –por las exigencias del mercado editorial- a que aquello de “un perro mordió a un hombre” sea reemplazado por “un hombre mordió a un perro” ¿infantil, no? pero para que utilizar ejemplos más crudos, que los hay y muchos en estos tiempos en que se implora unión y fraternidad- aspiraciones imprescindibles para una supervivencia, así como para un desarrollo- y se da con el hacha de la violencia- en sus distintas versiones y en distintos cotos mundiales- y, por otra parte, entendemos que hay que saber adaptarse al nuevo ritmo en el cual todo se pretende con premura por lo que se vive el día a día, y, por necesidad y como para hacerlo más fácil, borrar el ayer y el mañana “ya llegará”.-
Y como no sabemos si ese dejo de nostalgia del que hablamos más arriba y estos últimos renglones son actitudes justificables a esta altura de los tiempos y, lo que es más acuciante, resolver que haremos con nuestra nota de hoy. ¡Vaya! se nos ocurre que bien vale que nos pongamos a escarbar para atrás y como para ratificar aquello de “que en todos los tiempos se presentan dilemas”, veamos como resolvió Sócrates (- 470 a -409) el dilema de vida o muerte en -399 poco después de la restauración de la constitución democrática, el ciudadano Anitos hizo acusar a Sócrates de pervertir a la juventud. El tribunal popular de los Heliastas lo condenó a beber la cicuta)
La denuncia: Sócrates (*) es culpable por averiguar indiscretamente lo que acontece en la tierra y en los cielos; por hacer triunfar la mala causa; por enseñar a otros a hacer lo que él hace…
La respuesta: “Admitamos que vosotros me hablaseis del siguiente modo: “Sócrates, no queremos dar crédito a Anitos; te vamos a declarar inculpable, pero con una condición: que no volverás a emplear tu tiempo en examinar, cual has hecho hasta ahora, a las gentes, ni a filosofar. De otro modo morirás”. Pues bien, jueces, si tratases de imponerme esa condición yo os replicaría: Atenienses, muy reconocido estoy y mucho os estimo, pero antes obedeceré al dios que a vosotros. Mientras me quede, pues, un soplo de vida, mientras sea capaz de ello, estad seguros que no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer reflexionar a todo aquel de vosotros que se cruce en mi camino… Joven o viejo, sea como sea aquel a quien encuentre, extranjero o ciudadano, obraré con él de este modo, y muy especialmente con vosotros, atenienses, ya que estoy más cerca de vosotros por la sangre… tan solo una cosa os pido: cuando mis hijos sean ya hombres, atenienses, castigadles, castigadles atormentándoles como yo os atormentaba a vosotros en cuanto creáis advertir que se preocupan del dinero o de cualquier cosa que no sea la virtud y si se atribuyen méritos que no tienen… reprochadles por desdeñar lo esencial y atribuirse aquello que no les corresponde. Si de tal modo obráis, seréis justo no solo con mis hijos, sino conmigo. Mas la hora es llegada de marcharnos: yo a morir; vosotros, a continuar vuestra vida. De vuestra suerte y la mía ¿cuál es la mejor? (Platón (**) Diálogos. Apología de Sócrates).
Es evidente, una respuesta en que justicia y virtud democrática se dan la mano.
(*) Sócrates (-470 a -409) por su prédica constante, vivía rodeado por muchos enemigos. Además, algunos de sus discípulos, después de los desastres de las guerras del Peloponeso, habían participado en las tentativas de restablecer un régimen oligárquico. En -399 poco después de la restauración de la constitución democrática, el ciudadano Anitos hizo acusar a Sócrates de pervertir a la juventud El tribunal popular de los Heliastas lo condenó a beber la cicuta. Su fidelidad inquebrantable a los principios que habían guiado toda su vida, su sumisión a las leyes de la ciudad llevada hasta el extremo de no querer huir para evitar una sentencia injusta, su digna muerte, de una serenidad admirable, todo en esta actitud final contribuyó a dar a las enseñanzas ejemplares de Sócrates una resonancia que no se ha extinguido todavía.
(**) Platón(-427 a -347) Pertenecía a una familia de la aristocracia ateniense. Probablemente habrá buscado en la enseñanza de Sócrates como en la de los sofistas, el arte de hacer una brillante carrera política. Pero al tomar contacto con Sócrates abandonó sus propósitos y se dedicó afanosamente a la búsqueda del bien y de la verdad. No renunciaba ni para sí ni para sus discípulos a la actividad política, pero la concebía como una misión tan alta, que eran necesarios cincuenta años de estudio y de meditación para prepararse. En -387 fundó en los jardines de Academos una escuela filosófica: la Academia. Escribió diálogo filosóficos en os que Sócrates es, por lo general, el, personaje más importante. Es difícil distinguir en ellos su pensamiento y el de su maestro.
Poesía Reflexión
“Aquellos que sueñan con el banquete despiertan a
la lamentación y a la tristeza. Los que sueñan con
la lamentación y la tristeza despiertan para unirse
a la caza… Es una paradoja. Mañana acaso surja el
sabio que la explique; pero este mañana no llegará
hasta que pasen diez mil generaciones. Sin embargo,
acaso podamos hallarlo cualquier día, al volver una
esquina”
(Del ensayo sobre “Relatividad”, de Chuangtsé)
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